Seguramente en la cotidianidad de la vida te ha sucedido que por momentos te sientes frustrada con tu labor como madre y llegas al punto en que te cuestionas y te haces preguntas como:
¿He logrado mi objetivo como madre? ¿Lo estoy haciendo bien? ¿Será posible haberlo hecho de otra forma y que haya salido mejor?
En medio de la incertidumbre y las emociones que esto conlleva, te sientes defraudada, frustrada y otras veces culpable del comportamiento de tus hijos o de sus fracasos.
En medio de esta situación vienen a ti pensamientos como:
- Me siento culpable por la falta de tiempo para atender a mis hijos, porque tengo que salir a trabajar para alimentarlos.
- Me siento culpable porque me quedo en casa a cuidar de mis hijos, pero como profesional me aniquile.
- Me siento culpable porque no les tengo paciencia.
- Me siento culpable porque no me pongo de acuerdo con mi pareja, y ellos lo notan.
- Me siento culpable porque no sé cómo educarlos.
- Me siento culpable porque no estudié y me siento menos que ellos.
- Me siento culpable porque son groseros, no me escuchan, no me respetan y lo peor de todo es que aunque no me lo dicen, me hacen sentir que soy mala.
En un grado mayor o menor todas las madres creemos haber podido hacer las cosas mejor.
Así como los amamos profundamente y sentimos que les dimos lo que era mejor para ellos, al mismo tiempo estamos cargando a nuestros hombros una culpa de que pudo haber sido mejor.
Hay un factor muy importante que es el que nos hace y nos lleva a pensar que jamás es suficiente lo que hacemos y es la famosa frase, o frases que ya nos han anclado en nuestro ADN desde antes de nacer: “Una Madre lo sabe TODO”, no se sabe cómo le hace, pero una “Madre tiene tiempo para TODO” “Son unas multiusos” ella es una “Supermama”, una mamá “Puede con TODO”
Y sin querer crecemos y vivimos con todas esa ideas metidas en la cabeza, de heroínas y hagamos lo que hagamos jamás será suficiente.
Sin darnos permiso de estresarnos aunque lo estemos, o de frustrarnos, o de querer sacar tiempo para nosotras, porque eso es robarle tiempo a los demás.
Vamos viviendo día a día sin disfrutar la hermosura de ser Mujer y Mamá al mismo tiempo.
Pero cómo podríamos dejar de tener el título de supermamás o de ser menos madre que mi amiga o la amiga de mi amiga, la cual º critico si saca tiempo para ella.
Es como que viviéramos en una competencia entre todas las mujeres.
¿Crees realmente que dejarás de ser una gran Mamá si aprendieras a quererte, a disfrutarte como madre, amiga, compañera contigo misma?
Vamos a realizar un análisis sobre este tema, tratando de comprender un poco la importancia de darnos el lugar que nos corresponde:
- Cada ser humano es diferente y trabaja o expresa su amor de diferentes maneras. Unas madres podrán creer que el control y sobreprotección las hace ser mejores. Otras, el dejar que ellos hagan todo y permitirles descubrir sus propias maneras es su forma de pensar.
¿Cuál es mejor que la otra? No sabemos, lo cierto es que la libertad siempre es mejor, por supuesto, pero si tú no sabes cómo hacerlo porque no te enseñaron, solo das lo que tienes. De manera que partiendo de ahí, ya debemos dejar la culpa.
Cada ser humano da lo que tiene y lo que pensó que era mejor para sus hijos.
- No sé si alguna vez te has preguntado si tu decepción es porque no son lo que tú hubieras querido que fueran.
Las expectativas como padres nos llevan también a sentir culpabilidad.
Me gustaría que te preguntaras si tú hiciste lo que tus padres querían que hicieras. Y si lo hiciste, ¿Eres feliz?
El respeto a la vida de cada ser humano te libera de infinidad de culpas.
- No eres responsable de lo que tus hijos deciden hacer con sus vidas. Si piensas que como ser humano diste lo que podías y estaba a tu alcance cuando estabas educando a tus hijos, no hay razón para sentirte culpable si ahora ellos toman rumbos equivocados. Es el tiempo de ellos, de que elijan vivir la vida a su manera, de experimentarla como quieran y de recoger sus propios frutos.
En conclusión, recuerda que la culpa es ego. Porque siempre queremos ser reconocidas como las mejores, la supermamás, o porque comparamos a nuestros hijos con los hijos de nuestras amigas.
Cada ser humano viene con un propósito en la vida. Vive el tuyo y deja que los demás vivan el suyo, comenzando por tus hijos.
Libérate de todas esas culpas que no son más que control y suelta todas las expectativas.
Recuerda que la mejor inversión eres tú.
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